Astrónomo, la vocación frustrada (y de la infancia) del Rey Felipe

Astrónomo, la vocación frustrada (y de la infancia) del Rey Felipe

  • El Rey estuvo en el Instituto Astrofísico de Canarias este fin de semana.
  • Su padre le regaló un telescopio con el que cada noche contemplaban juntos las estrellas.
  • En el observatorio de La Palma, vivió este domingo como un astrónoma más.

Los que le conocen bien aseguran que la vocación frustrada de Felipe VI es la de ser astrónomo. Al menos esa era su ilusión de pequeño, hasta el punto de que su padre, el Rey Juan Carlos, le regaló un telescopio con el que cada noche padre e hijo contemplaban las estrellas. Una costumbre que se erradicó ante las protestas de la Reina Sofía, que ponía el grito en el cielo porque el niño se acostaba muy tarde y luego se le “pegaban las sábanas” para ir al colegio.

Es fácil imaginar por tanto lo que ha disfrutado este fin de semana el Monarca practicando “astroturismo” en Canarias, una actividad que llevó a cabo estando de “rodriguez”, es decir, sin la Reina Letizia, que se quedó preparando las maletas para su viaje a México. Este sábado, el Monarca tenía un compromiso oficial en Tenerife, donde viajó para inaugurar las instalaciones del proyecto Quijote, del Instituto Astrofísico de Canarias, integrado por dos modernísimos telescopios robóticos que rastrean el cielo detectando asteroides y también las huellas iniciales del universo.

Pero lo más emocionante fue la parte privada de esta visita, que tuvo lugar a partir de las nueve de la noche, cuando se trasladó en helicóptero a la isla de La Palma. Su destino era el observatorio astronómico de Roque de los Muchachos, construido en 1984, que está ubicado en el punto mas alto de la isla de La Palma, a cerca de 2.400 metros de altitud.

En este mágico enclave, Don Felipe vivió por unas horas como un astrónomo más, ya que asistió como testigo de excepción a una sesión nocturna de observación del firmamento con el telescopio Grantecan, uno de los artilugios más sofisticados del mundo para observar planetas, asteroides, agujeros negros y galaxias. Un privilegio vetado al resto de los ciudadanos, a los que sólo se les permite visitar excepcionalmente estas instalaciones por el día y previa solicitud con bastante antelación, ya que la noche se reserva al personal científico y técnico que rastrea el firmamento en busca de nuevos descubrimientos.

También el Rey disfrutó de otra prerrogativa, la de alojarse en una de las habitaciones de la residencia del observatorio, destinadas únicamente a los astrofísicos y al personal que trabajan en esas instalaciones. Don Felipe, que dejó claro que no quería entorpecer el trabajo de los científicos, se adaptó al horario y al programa previsto esa jornada en el complejo. Compartió con ellos cena en el comedor de la residencia, cuyo bufé da a elegir en estas fechas estivales entre ensalada, crema de tomate natural o potaje de verduras, y tortilla de patata, pollo al ajillo, bacalao en salsa o entrecot a la parrilla.

Tras asistir a la sesión científica nocturna de observación, bien entrada la madrugada, se retiró a una de las casi monacales habitaciones de la residencia, cuyo precio oscila entre los 69 euros de la sencilla y 121 de la doble. El domingo no tuvo que regresar a Madrid, ya que la propia Reina Letizia le recogió en Canarias con el avión oficial de la fuerza aérea española que, tras hacer escala en las islas para recoger al Rey, continuó vuelo a México DF. Don Felipe y Doña Letizia aterrizaron en torno a las tres de la madrugada en la capital azteca, donde este lunes iniciaban oficialmente su importante visita de estado.



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